Una auténtica guerrera

Una Historia deAnónimo

Una auténtica guerrera

Llevo en la Unidad de Oncología de un hospital madrileño desde hace 27 años. He pasado casi toda mi vida allí, casi más tiempo que en mi propia casa. Tras tantos años, podría tirarme horas, incluso días, contando historias que he vivido muy de cerca. Desgraciadamente, he pasado muchas horas con algunos de mis pacientes. Se quedaban conmigo, pero no por lo simpático que soy, sino porque una enfermedad quería su cuerpo como nicho y nos costaba mucho echarla.

Tras tantos años, algunas personas han pasado de ser pacientes para convertirse en amigos con los que hablo de cosas mucho más positivas que lo que es o pudo ser su enfermedad. Son tantas las caras que se han sentado frente a mí en consulta que perdí la cuenta hace mucho tiempo.

Recuerdo a la que entonces era una chica con muchísimo carácter. Estoy hablando de hace mucho tiempo, la conocí apenas llegué al hospital. En aquel momento ella tenía 20 años, pero por desgracia ya conocía a mis compañeros de planta desde hacía dos. Tan solo hacía falta hablar con ella un par de minutos para cerciorarte de la fuerza, inconformismo y ganas de luchar que tenía. Y así fue. Una auténtica guerrera que vi en batalla en numerosas ocasiones.

Ella también pasaba con nosotros muchas horas a la semana. La sala de diálisis se la conocía a la perfección. Tenía un sarcasmo poco común entre las personas que se encontraban en una situación similar. Nos conseguía sacar sonrisas en momentos en los que ni siquiera nosotros teníamos la voluntad de sacárselas a ella. Hacía lo mismo con el resto de los pacientes que compartían con ella esas largas horas. Ella siempre con tanta fuerza y ganas de salir adelante, aunque su cuerpo no estuviera por la misma labor.

A los pocos años tomó, posiblemente, la decisión más importante de su vida, ser madre. Varios de nosotros le insistimos en las dificultades y riesgos que entrañaba para su salud dada su circunstancia. Su enfermedad había pasado por varios nombres y había decidido vivir en diferentes partes de su cuerpo. Pero ella estaba decidida. Quería vivir la vida desde todas las perspectivas posibles, y así lo hizo. La emoción del equipo cuando nos presentó a su pequeño no se puede describir. Vivimos junto a ella esa experiencia muy de cerca.

En los próximos años, siguió siendo “de la plantilla”. Cáncer de mama, trasplante de riñón, problemas de corazón… fueron demasiadas batallas. El cansancio se iba apoderando de ella, aunque seguía siendo visible su fuerza. Siempre estuvo acompañándonos a nosotros también, como otro miembro del equipo, durante más de 20 años.

Una llamada de su marido nos informó de que algo había pasado. Lo que pareció un tonto accidente al principio, fue una piedra demasiado grande en su camino, y ya no tenía las fuerzas suficientes para pasar por encima de ella. Intentamos hacer lo posible por estar a su lado, pero no pudimos hacer su traslado a nuestro hospital. El riesgo era demasiado grande. Tras varias semanas colaborando con nuestros compañeros del hospital donde estaba ingresada en la UCI, recibimos la última llamada. Se marchó para siempre, dejando en nuestros corazones una huella muy grande, muchas historias y aprendizajes.

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