UCI, un campo de batalla

Una Historia deAnónimo

UCI, un campo de batalla

Trabajo en la Unidad de Cuidados Intensivos desde hace más de 15 años. Durante todo este tiempo, he vivido momentos muy tristes y otros muy alegres. Cada persona que llega a la UCI no se encuentra en su mejor momento, ni mucho menos. Las horas y días que pasan con nosotros pueden marcar el éxito o no de sus vidas. En condiciones normales, el gran porcentaje de personas que llegan a la UCI salen de ella. Despidiéndose de nosotros, pasan a una habitación donde terminan su recuperación, acompañados de sus familiares y amigos. Pero durante la primera ola cambió el peso de la balanza, perdíamos a muchos pacientes cada día. Por esta razón, la incertidumbre y frustración se apoderaban de muchos de nosotros.

Cada nuevo ingreso que llegaba a la UCI hacía que se me encogiera el alma, un nudo en la garganta y el estómago que era imposible de disolver. Las caras nuevas que llegaban a planta eran muy diferentes. No solo encontrábamos personas mayores o con otras patologías, también teníamos gente deportista, jóvenes, personas que llevaban una vida sana y activa y, aparentemente, podríamos decir que “hacían las cosas bien”. En condiciones normales, nunca deberían haber estado allí. Estos pacientes, principalmente, llegaban con muchísima dificultad respiratoria, veía cómo se ahogaban. Yo misma sentía esa sensación al mirarlos a los ojos. La entubación se convirtió en algo tan común en esas semanas como podría ser hacer una analítica. Muchas de estas personas llegaban sin haberse podido despedir de sus familias. El miedo en sus ojos reflejaba la fuerte incertidumbre, recíproca para ambos, de qué pasaría en los próximos días. No podía decirles que todo iba a salir bien, pero sí que estaría a su lado, agarrándole su mano. En definitiva, haciendo todo lo posible para que se recuperaran, siendo su confidente para todo lo que necesitaran.

Muchos de “mis pacientes” no lograron superar el reto que les había puesto la vida, pero otros sí. El momento en el que se despedían de mí para reencontrarse con sus seres queridos… no puedo describir el sentimiento de alegría que sentía cuando les veía marcharse entre lágrimas y aplausos, con tantas ganas de recuperarse y poder volver a su normalidad.

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