El ángel Guzmán

Una Historia deAnónimo

Esta es mi historia y la de mi pequeño Guzmán. Soy pediatra desde hace 6 años y llegar hasta aquí ha sido un largo camino de esfuerzo y constancia. Durante mi primer año de residencia me quedé embarazada, era una futura mamá joven y primeriza, con mucho desconocimiento y miedo, a pesar de mi formación profesional.

Cuando me enteré de que estaba embaraza el pánico pudo un poco conmigo. ¿Qué iba a hacer con un bebé y todo un futuro profesional comenzando? Quería tener a mi bebé, pero no sabía cómo iba a sobrellevarlo y compaginar el día a día teniendo en cuenta que era mamá soltera. Durante los meses siguientes hice todo lo que pude para mantener mi estabilidad física y mental. Tanto en lo personal como en lo profesional. Estoy eternamente agradecida a mi familia, que me ayudó en todo lo que pudo y más.

Los meses fueron pasando y mi tripa creciendo, a lo que se sumaban otros síntomas como cansancio y falta de horas de sueño entre otros. Siempre he sido una persona muy pasional y a la que le gobiernan fácilmente las emociones, y este hecho me acabó pasando factura. Sufría crisis de ansiedad acompañada de pequeñas subidas de tensión. Un día, mientras hacía guardia, tuve una crisis de ansiedad aguda, que detonó en que tuvieran que provocarme el parto de forma urgente. Estaba de 31 semanas, faltaba mucho tiempo de gestación, mi bebé podía tener problemas de salud muy serios por adelantarse tanto. Y yo lo sabía. Por suerte, estaban conmigo mis “compañeros de siempre”, con los que comencé mi residencia y forjé una gran amistad. Fueron un pilar fundamental ese día y las semanas siguientes.

Con la anestesia perdí la noción del tiempo, todo quedó borroso y cuando desperté, mi pequeño no estaba a mi lado. Me encontraba en una habitación de hospital. Cuando abrí los ojos, vi a mis padres y la tranquilidad en sus caras inundó de paz mi interior. No habían dicho una palabra, pero de alguna forma sabía que Guzmán estaba bien.

El médico vino a verme, me comentó lo que había pasado. No recordaba muy bien cómo fue, apenas tuve tiempo de hacerme a la idea de que todo iba a cambiar en apenas unas horas. El médico me informó de que el bebé no había sufrido ningún daño. Estaba preparada para conocer a Guzmán.

Cuando le vi en la incubadora, un torbellino de sentimientos me inundó. Era tan pequeño y se veía tan frágil, que tenía miedo de hacerle daño. Me tranquilizó ver que, pese a ser tan prematuro, respiraba por sí mismo. Le toqué la manita, tan suave y rosadita, y en ese momento fui muy feliz. Sabía que el tiempo que estuviera allí era crucial para su bienestar y desarrollo y que debía tener muchos cuidados.

Durante las próximas semanas apenas me separé de él. Pasábamos muchas horas juntos y tenerlo en brazos era el mejor momento del día. Cuando dieron el alta a Guzmán ya pesaba 3 kilogramos, ¡era un hombretón! Teníamos que acudir a revisiones periódicas para controlar su desarrollo, pero hoy, puedo decir que Guzmán es un niño sano, fuerte y alegre, que va a cumplir dentro de poco seis años. Un ángel que alumbró mi camino y me ha ayudado a guiar a otras mamás que podían vivir situaciones similares a la mía.

Deja un comentario

Tu email no será publicado.

Tu comentario será revisado previamente a su publicación*

Comparte las historias en las redes sociales

Facebook
Twitter
LinkedIn
WhatsApp
Telegram