Antonia, una relación de amistad especial

Una Historia deDr. César Carballo Cardona

Adjunto de Urgencias Hospital Ramón y Cajal

Antonio, una amistad muy especial

Siempre he creído que los médicos aprenden más de los errores que de los aciertos. Todos los médicos fallamos, somos humanos y los humanos se equivocan, así que creo que cada médico debe lidiar con sus fantasmas*. Hace poco leí un libro de Stephen King que me gustó, la segunda parte del mítico El resplandor. Les confieso que todavía me sigue aterrando ver esa película de Stanley Kubrick, y aunque el libro no lo leí, cuando salió este segundo no lo dejé pasar. En él, y sin hacer ningún spoiler, un adulto Dani Torrance aprende a encerrar a esos aterradores «fantasmas» del hotel Overlook en unas cajas, que para ellos son una cárcel. Yo imagino algo parecido, pero más amigable para los míos, mis errores, aquellos pacientes con los que de una manera u otra me equivoqué. Muchas veces me dicen que los médicos no reconocen sus errores. No sé si en público, pero les aseguro que nos persiguen el resto de nuestra vida. Muchos no se deben a mala praxis, aunque también nos equivocamos médicamente, sino más bien a errores del tipo «maldita sea, porque no me di cuenta», o «debí haberle pautado esta otra». Desconozco con qué «cajas con fantasmas» cargan otros, pero ninguno de los míos han sido mala praxis, dejadez o abandono. Abro las cajas a menudo y converso al final de la noche con ellos, los considero mis hermanos y hermanas, tampoco son tantos, no se piensen, por favor.

Uno de ellos es Antonia….

Conocí a Antonia hace muchos años, cuando era residente. En mi tiempo libre trabajaba en una clínica privada haciendo visitas a domicilio, y ella era mi paciente. Antonia había tenido un grave ictus que le dejó secuelas que le impedían, entre otras, hablar como yo lo hacía con ella. Así que al principio las visitas eran complicadas, porque nos comunicábamos con dificultad, pero poco a poco fui encontrando truquillos, y cuando mejoró nuestra confianza, nos hicimos amigos. Los meses pasaron, y al final las charlas con Antonia me servían tanto a mí como a ella, incluso alguna vez me llevé algún táper con comida de su casa. Desgraciadamente, tuve que dejar de trabajar en esa clínica.

Durante unos meses más estuve yendo como amigo a ver a Antonia, hasta que mi trabajo de médico residente de familia hizo que aquellas visitas fueran cada vez más espaciadas. Finalmente, nos despedimos con un abrazo llorando los dos.

Un año y medio después su hermano me llamó. Antonia había fallecido de forma natural mientras dormía. Me quedé helado, le di mi más sincero pésame. Se me cayó el mundo encima, sentía que la había abandonado y había fallecido por mi culpa, y aún lo siento. Le fallé a esa mujer, la dejé en manos de un sistema de mierda que no la atendió como debía, seguramente ella ni lo consultó. No pude ir al entierro, me moría de vergüenza. ¿Con qué cara miraría a su hermano? El sentimiento de que la había abandonado a su suerte era demasiado fuerte, y también el de que probablemente murió de pena por mi culpa…

Este es el primero de mis fantasmas, mi primera caja, la que siempre abro cuando hablo con los míos, con la que guardo más relación de amistad. Antonia sonríe y, en mi lugar espacial, está junto a mis familiares fallecidos.

Allí no tiene afasia, tiene una voz muy dulce, y en lo más profundo de mi ser, quiero creer que me ha perdonado.

* Los errores médicos son la tercera causa de muerte en EEUU tras las enfermedades cardiovasculares y el cáncer, con unos 250.000 fallecimientos anuales, según los cálculos de dos expertos publicados en la revista British Medical Journal (BMJ).

Un comentario

  1. Trabajo en un centro de discapacitados psíquicos y nadie se preocupo de estos pacientes durante la pandemia y se pasó fatal,además de todas las carencias se unía la problemática de estos pacientes.

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