Amor en la espera

Una Historia deAnónimo

Amor en la espera

Son tantos años los que llevo en la sala de diálisis acompañando a cientos de pacientes, que podría estar horas y horas contando anécdotas. Priman esas que te dejan sensación de tristeza y angustia en el interior, por intentar ponerte en la piel de la persona que está sufriendo y pasando esos malos momentos. La sala de diálisis no es un patio de comedias, ni mucho menos, pero hay veces que entre las sombras salen rayitos de luz.

Antonio era un chico muy especial, tenía leucemia, y llevaba algo más de un año con nosotros. Recuerdo que al principio llegaba asustado. Sabía que durante el rato que estuviera allí no lo iba a pasar demasiado bien, sobre todo al principio no podía soportar la sensación de malestar general, vómitos… Tampoco puedo hablar mucho sobre qué pueden sentir los pacientes. Y no considero que sea justo para ellos plantear la situación de una determinada manera porque, por suerte, no he estado en su piel.

En Antonio fui viendo una evolución, ese chaval de 23 años asustado poco a poco fue asimilando su realidad. Fue viendo que muchas veces nuestro estado de ánimo depende de nuestra propia fuerza y voluntad. Dio un cambio radical que se reflejó muy positivamente en la evolución de su enfermedad.

Un día llegó a la sala Alicia. A pesar de las ojeras y la palidez de su piel, era una chica muy bonita. No estaba en su mejor momento y dudaba mucho de sí misma. Hacía apenas unas semanas que le habían comunicado que tenía cáncer y aún no lo había aceptado.

Recuerdo un día que acabó siendo muy especial. Antonio estaba en “su lugar de siempre”. Le gustaba ese puesto porque veía a todo el que entraba en la sala y les saludaba con una gran sonrisa. Cuando entró Alicia, para mi sorpresa, se quedó algo cortado. “¿En serio Antonio?”, le dije sin evitar reírme. Alicia se sentó en la butaca de al lado y Antonio miraba de reojo. Finalmente, el chico se decidió a presentarse y Alicia le devolvió el saludo con agrado, a pesar del miedo que atormentaba su interior.

Poco a poco y con el paso de los días estos jóvenes fueron pasando juntos esas largas horas de diálisis. Encontraron muchas cosas en común y no paraban de hablar y animarse el uno al otro, según como tuvieran el día. Pasaron los meses, y lo que empezó siendo un saludo tímido, se convirtió en una gran amistad. Me alegró mucho el día que los vi saliendo de la sala agarrados de la mano. Tiempo después los dos se recuperaron de su enfermedad y sé que continúan andando su camino juntos, conociendo lugares más bonitos que la sala de diálisis donde se conocieron.

Deja un comentario

Tu email no será publicado.

Tu comentario será revisado previamente a su publicación*

Comparte las historias en las redes sociales

Facebook
Twitter
LinkedIn
WhatsApp
Telegram